«Dicen también, y hasta podría parecerse un poco a la verdad, que llegó al atardecer, que el perfil del carromato, con el mulo delante y el chucho detrás husmeando orines e inmundicias, se dibujaba contra la última luz del día, cárdena y absurdamente lujosa; he oído que avanzaba con un infantil cascabeleo, que movía a risa y a lástima y fue tomado por feriante, pellejero, reparador de hojalatas, vendedor de biblias o elixires, trapero, simple misterio inescrutable y perecedero.»