«Algunos dijeron que lo habían visto llegar, pero cabe ponerlo en duda; también nosotros, como todos, nos pasamos la vida abusando de la memoria: escogiendo los recuerdos, coloreándolos, fabricándolos a conveniencia. Da igual lo que hayas vivido, si tienes un poco de imaginación. Hay, es sabido, verdaderos artistas de la memoria, hombres que por su talento deberían estar en los museos, en las bibliotecas, como los cuadros y las novelas. Yo conocí a uno que nunca salió de su barrio, ni apenas de su calle, y sin embargo contaba historias fabulosas de un exótico pasado marinero: daba gusto oírle hablar de la luz de La Habana, el bullicio de Río, la crueldad de los piratas en el golfo de Guinea o la tierna hospitalidad de las indígenas, en las islas maravillosas de las antípodas. De alguna manera, todos somos ese ciego visionario, traspasado de historias, tanto más vívidas y luminosas cuanto más oscuro es nuestro mundo.»